Paul McCartney en el Monumental: Crónica de un Beatle chilenizado que se niega a decir adiós.

Paul McCartney en el Monumental: Crónica de un Beatle chilenizado que se niega a decir adiós.
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Cuando el concierto de Paul McCartney terminó y el papel picado aún flotaba en el aire, después de dos horas y media de show, hubo un leve pero decisivo instante en que el Estadio Monumental quedó en silencio, ensimismado, quizás aún masticando las últimas palabras que el ex Beatle dijo antes de desaparecer del escenario: “Hasta la próxima”.

La quinta visita a Chile del cantautor vivo más influyente de la música popular tuvo un innegable halo de despedida, al menos para gran parte de los más de 40 mil espectadores que repletaron la cancha de Colo-Colo en la única fecha del “Got Back Tour”, la gira que trajo a McCartney de vuelta a los estadios tras la pandemia.

Con un show que hizo dos variaciones en comparación a su debut en Sudamérica (se fueron “A Hard Day’s Night” y “She’s a woman” y entraron “Can’t buy me love” y “Drive my car”), el británico ejecutó en Santiago un show aceitado y probado en todo el mundo, que a pesar de sus segmentos ya sabidos (es prácticamente el mismo guion de sus dos últimas giras), sigue siendo efectivo, y quizás más que antes.

Con un setlist centrado principalmente en sus días en The Beatles, pero también con varios guiños a Wings y a su formidable carrera solista, el inglés de 82 años es dueño de un espectáculo que no sólo se presenta como la mejor iniciación posible en el Cuartero de Liverpool, sino también como un show de nostalgias y épocas pasadas capaz de erizar pieles tersas y rugosas.

Si “Can’t buy me love”, “Junior’s Farm” y “Letting Go” se sintieron tibias por los primeros ajustes de sonido y los intentos de McCartney por animar y descifrar al público (marcadamente “mayor” en sector cancha), las beatleras “Drive my car” y “Got To Get You Into My Life” ecualizaron la sensación ambiente que cruzó la noche.

Con un español ensayado y varias intervenciones para el recuerdo (“Este carrete está cuático”, dijo Sir Paul en uno de sus diálogos), McCartney se preocupó de no dejar a nadie solo, ya sea para dedicar un paso de baile, un grito o una mirada coqueta. En todos los casos, el gesto siempre fue correspondido.

El despegue del concierto -para no bajar más-, vino con el tramo “Come On To Me”, “Let Me Roll It”, “Getting Better”, “Let Em In”, “My Valentine”, “1985, y “Maybe I’m Amazed”, una de las perlas del McCartney romántico que emocionó a pesar de los tonos ya inalcanzables para el inglés.

Porque si bien la calidad vocal de McCartney no es la misma de hace 20 o 10 años (obvio), el detalle sonoro aquí es meramente eso: un detalle, un ápice biológico e incontrarrestable. Otra verdad, también, es que cuando está solo frente al micrófono su voz octogenaria brilla y retumba, estremece y engalana, como un registro impoluto y grave de reinvención y paso del tiempo.

Prueba de lo anterior fueron “I’ve Just Seen A Face”, “In Spite Of All The Danger” (“La primera canción que grabamos con los cuatro”), “Dance Tonight” y sobre todo “Blackbird” (uno de los silencios más solemnes de la noche), “Something” y “Here Today”, como siempre, dedicadas a George Harrison y John Lennon, respectivamente.

Una de las novedades del tramo sudamericano del “Got Back Tour” fue el debut de “Now And Then”, la reciente canción que cerró el catálogo de The Beatles, además del dueto virtual entre Lennon y McCartney para “I’ve Got A Feeling”, todo esto gracias a la tecnología empleada en el también reciente documental “Get Back” (Disney, 2021).

Otras que se escucharon en el Monumental: “New”, “Lady Madonna”, “Jet”, “Being for the Benefit of Mr. Kite!”, “Obla Di Obla Da”, “Band on the Run”, “Get Back”, “Let It Be” y “Live and Let Die”, esta última con fuegos artificiales sonando al unísono de la banda.

La primera y única despedida se produjo tras “Hey Jude”, que encapsuló a todo el estadio en un coro transgeneracional. Para el regreso, el británico reservó las explosivas “Birthday” y “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (Reprise)”, que pegó a la aún más pesada “Helter Skelter”. En el cierre, como se ha vuelto costumbre, vino la tríada final del álbum “Abbey Road”: “Golden Slumbers”, “Carry That Weight” y “The End”, que dibujó la despedida con miles de papeles picados cayendo en el aire.

Fue cuando el Monumental quedó en silencio, tras escuchar el último mantra de Paul McCartney: “Muchas gracias, Santiago. Todo lo que quiero decir es… Hasta la próxima”.

Después de esa ausencia de música y palabras, las luces del estadio se prendieron y el ex Beatle ya no estaba allí. Cuando esto fue irremediable, estalló el primer bullicio, casi de inmediato. ¿Habrá una próxima vez?, se preguntaron varios. Otros, prefirieron seguir en silencio.